No logro recordar con exactitud cómo transcurrieron aquellos años… Vagamente recuerdo al inicio, total inconformismo y rebeldía contra todo y contra todos: indefensión, por no poder cambiar aquello que, sin poder determinar de qué se trataba con exactitud, me estaba haciendo daño. El sentimiento de lucha contra la nada, la necesidad de la búsqueda de otras sensaciones que me hicieran escapar de la obligación de entender qué me estaba pasando.
Conforme pasan los años, van madurando las emociones, como lo hace la fruta en el árbol… si ha sido regado, abonado y ha gozado de la luz necesaria para hacer que maduren sus frutos… Sin luz, no hay camino a seguir…
No te echaba de menos en mi vida porque no te conocía, ya eran suficientes todas aquellas emociones descontextualizadas para entretener mi pensamiento, pero cuando te vi, sabía que eras tú la que llenarías mis espacios en blanco, la que me complementarías y darías forma y nombre a mis emociones.
Nunca he creído en la eterna presencia del amor. Su duración para mi entender, no debería sobrepasar el año; tiempo más que suficiente para agotar las posibilidades que brinda tan celestial emoción. No me cuestioné si quería o no, simplemente apareciste, y comencé a sentir cosas que jamás antes había experimentado.
He de reconocer que tu físico no es nada desagradable; tus medidas que aún ignoro con exactitud, no me dejaron indiferente. Tan blanca, tan suave…ni una sola marca del paso del tiempo. Sentí escalofríos cuando por primera vez clavaste tus ojos en mí; recuerdo que me sonrojé cuando además te acercaste ¿o fui yo quien se acercó? Bien no lo recuerdo; se sabe que el tiempo difumina los recuerdos y a mí me cuesta precisar detalles de este. Tu actitud conmigo en aquel primer contacto era bastante complaciente; parecías entender cada palabra que decía, no se te escapaba detalle de cómo actuaba mi cuerpo en tu presencia… Enseguida supe que te sabrías desenvolver en cualquier contexto, ¿cómo no me iba a fijar en ti? Con todas estas cualidades, te ganaste mi primera impresión. Eras más de lo que había imaginado.
No te volvería a ver si no hubiese sido por mi insistencia, estoy completamente seguro. Buscaba cualquier pretexto para saber de ti; nuestros nexos comunes empezaron a crear ocasiones para que pudiesen darse las primeras citas a solas. Revoloteaban mariposas en mi estómago, y la sensación de plenitud tan solo al saber que te vería, que hablaríamos, que tal vez te pudiese tocar… Los demás facilitaban el proceso, esto está claro. Ninguno de los que te conocían podían hablar mal de ti, y más sabiendo que me habías hipnotizado.
Y las citas a solas llegaron y con ellas, nuestra intimidad. Conocernos a este nivel nos permitió eliminar miedos y vergüenzas. Nos mostrábamos tal y como éramos delante de nosotros mismos. Conocimos nuestros puntos débiles, lo que nos unía y lo que nos podría distanciar, pero primaban los buenos momentos.
Y pasó un año y pasaron dos (más de lo que yo jamás había previsto) y esta pasión fue dando lugar poco a poco a la necesidad; yo ya no era nadie sin ti. Dos ya eran uno y yo no entendía mi vida sin tu presencia, me aparté de mi entorno por ti… No me lo pediste no, pero yo interpreté que era mejor así y sin ti ya no tenía nada.
Amor. ¿Qué otro sentimiento puede si no explicar lo que he sentido por ti hasta ahora?
Valoré la posibilidad de que esto acabara, y aunque al principio me aturdía la sola idea de pensarlo, mi cabeza debía poder controlar a mi corazón. No había previsto quererte tanto, así como tampoco conseguí alejarme de ti fácilmente. Hoy sin embargo, puedo contar cómo sucedió todo, gracias a la lejanía de los recuerdos y la reelaboración de mi pasado que te coloca ahí, donde debes estar, para no olvidar que seguirás existiendo y que soy yo el que ha decidido abandonarte para siempre. Hoy acudo al CAS con regularidad y esto me mantiene firme en mi decisión; sé que no debo acercarme a ti y que esto es para siempre.